sábado, 30 de diciembre de 2006

¿en qué país vivimos?

El poeta Tobías Díaz-Blaitry publicó a principios del 87 en un diario local un artículo que tituló LO QUE SOMOS, en el cual hizo "una especie de minianálisis fenomenológico del hombre panameña". El tema de la esencia de lo panameño, tan caro a Isaías García, Ricaurte Soler, Diógenes De la Rosa, Arias Calderón y otros, resparecía una vez más en la historia de nuestras preocupaciones.

Decía Tobías Díaz que el panameño es muy dado a pequeñeces, vivo, machetero, amigo de tomar medidas y hacer verso. Descripciones parecidas vienen dándose desde el SXVI. Del hombre criado en nuestras costas y ciudades se decía que era "basto, membrudo, de traza, talle y hábito grosero; de lenguaje bozal, de ingenio rudo". Y a mediados del XIX los viajeros que llegaban al entonces naciente país notaban "la indolencia de los istmeños". Un poeta de aquellos tiempos llegó a escribir que Panamá era "tierra amena de soñolienta cabeza".

Alegres y confiados somos, sin duda. La historia recién pasada es clara y aleccionadora. Ser país de tránsito, vivir a expensas de lo que pasa o nos pasa (y no en razón de lo que hacemos por cuenta propia) marcó al hombre panameño. Aunque aparentemos otra cosa. Aunque nos disfracemos de negro congo, diablo o pajarito. El panameño resta (en vez de sumar), se niega (en lugar de afirmar su condición), acepta (sin atreverse a tomar en sus manos su destino).

DHS, otro poeta, en Tú siempre dices que sí, nos lo recuerda con claridad e insistencia. En Paisano mío, Sevillano nos revela "la gran soledad histórica de un pueblo silenciado y aplastado por la miseria y la promiscuidad humana" como lo señala Rafael Ruiloba en Antología Esencial (F16, pág. 14).

benjaminRamón

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