
Una literatura a medio palo

La respuesta de Enrique Jaramillo L. fue inmediata, exacta. Recuerdo que dijo: no contamos con lectores exigentes, nuestras editoriales son parroquiales, carecemos de una distribución bien intencionada, no hay revistas que orienten ni instituciones de apoyo logístico, nuestra crítica es insuficiente, complaciente, apadrinadora. Falta pensamiento poético, investigación, reflexión. Necesitamos además una organización gremial local y regional eficaz, de luces largas. Nos falta oficio, es decir trabajo, es decir pasión. Nos sobra farándula. Nos sobra politiquería. Nos sobra pereza. Nuestra literatura es todavía una literatura a medio palo. En esas condiciones ¿ será posible una literatura y un país SXXI? ¿Es posible una literatura en un país casi imposible? O, como lo dijo Martí, sin una pasión que sostenga ocupación y preocupaciones?
Oportuna, valiosa, esclarecedora fue - no cabe duda - la Mesa ( y el debate ) que escenificaron el miercoles 18 de abril pasado (vísperas de la Semana Sinán) en la Galería de la U. de Panamá, los profesores y escritores Jaramillo Levi, Carlos Fong y Fulvia Morales, quienes se ocuparon del Nuevo Cuento Panameño.
La profesora Morales adelantó detalles de un libro suyo a punto de publicarse titulado Cuento que te quiero cuento (lanzado recientemente en la Feria del Libro celebrada en Atlapa) , en el cual se ocupa de 21 cuentistas, señalando características escriturales y las distintas vertientes por las que transita nuestra narrativa breve.
Carlos Fong, acto seguido, hizo un largo listado de jóvenes cuentistas aparecidos a partir de 1990 (luego de la infame invasión ) , etapa que algunos señalan como período de posguerra. El criterio cronológico utilizado por ambos expositores no explica suficientemente el sentido , la dirección o profundidad que la literatura (cuando lo es) debe exhibir si es que quiere sobrevivir al fenómeno editorial o de ventas. Preguntar por sus fuentes u origen, sus fundamentos socioculturales o conceptuales, entre otras razones de ser, es necesario, urgente. No vale sólo enumerar títulos o nombrar autores, como quien elabora un directorio telefónico. Es hora de ir más allá de límites tan estrechos como pueden ser los criterios didáctico o cronológico. No estamos creo (a lo mejor me equivoco) en los años 30, del siglo pasado. Hay que saltar del espectáculo a la organización conceptual. De la recopilación a la interpretación del hecho literario.
Enrique Jaramillo cerró la Mesa y abrió el debate señalando acertadamente que del 90 acá, 5 generaciones muy distintas se mueven en el mismo espacio y casi al mismo tiempo , en el desarrollo de una cuentística disímil, variopinta, en la cual gravitan (quién lo duda) ópticas muy particulares. ¿Cómo comparar p.e. a Isabel o Melanie Taylor, su hija, ambas narradoras de excelente factura? ¿Cómo distinguir a Enrique Chuez o al mismo Fong?, ubicándolos en su exacta perspectiva.
Quedó claro (para mí, al menos) que nuestra literatura, nuestro cuento , es abundante y de calidad. Cantidad y valor son innegables. Pero entonces ( y es la pregunta que me hago e hice aquella noche) ¿por qué a pesar de tales "virtudes" la literatura panameña sigue siendo tan "pobre"? Pobre en el sentido de que no pesa, no significa, no se lee, no viaja, se agota en sí misma, se construye amontonando títulos sin criterio de permanencia o representatividad.
No nos engañemos. Escribir y publicar libros es una cosa. Hacer literatura - en el mejor buen sentido de la expresión - es otra. Urge, repito, repensar el quehacer literario en nuestro medio. La literatura sirve para ver lejos (es una atalaya, no es una pasarela).

La respuesta de Enrique Jaramillo L. fue inmediata, exacta. Recuerdo que dijo: no contamos con lectores exigentes, nuestras editoriales son parroquiales, carecemos de una distribución bien intencionada, no hay revistas que orienten ni instituciones de apoyo logístico, nuestra crítica es insuficiente, complaciente, apadrinadora. Falta pensamiento poético, investigación, reflexión. Necesitamos además una organización gremial local y regional eficaz, de luces largas. Nos falta oficio, es decir trabajo, es decir pasión. Nos sobra farándula. Nos sobra politiquería. Nos sobra pereza. Nuestra literatura es todavía una literatura a medio palo. En esas condiciones ¿ será posible una literatura y un país SXXI? ¿Es posible una literatura en un país casi imposible? O, como lo dijo Martí, sin una pasión que sostenga ocupación y preocupaciones?
benjaminRamón